Las chanclas sólo para la playa, piscina o duchas públicas




Fascitis plantar, tendinopatía aquílea o esguinces de tobillo son algunas de las patologías cuya incidencia aumenta en verano debido al uso excesivo de chanclas.


¿Qué pasa en mi pie para que ocurra esto? Vamos a comprobarlo:


Descálzate y ves caminando prestando atención a lo que ocurre en la planta de tu pie derecho. No lo mires, simplemente intenta notar cómo va cambiando la sensación de apoyo, cómo se traslada el peso de tu cuerpo de atrás hacia delante y qué parte del pie está más aplastada contra el suelo en las diferentes fases del paso.

Presta especial atención al momento en el que el talón está levantado del suelo y el peso de tu cuerpo va pasando desde la cabeza de los metatarsianos (la almohadilla del pie) hacia los dedos: notarás cómo tus dedos están estirados y apretados contra el suelo, la fascia que recorre la planta del pie está más o menos en tensión y la fuerza de tu pie se dirige contra el suelo para hacer el empuje. Prueba a repetir el gesto y quédate con esa sensación, esto es lo que ocurre en tu pie cuando está descalzo o lleva un calzado que le sujeta bien el talón.

Ahora vamos a hacer lo mismo con chanclas. Generalmente como el talón no está sujeto se escurre hacia atrás, y son los dedos los que deben arrugarse y hacer fuerza para mantener el pie pegado a la chancla. Puedes notar que en lugar de tener los dedos aplastados contra el suelo (como ocurría antes), se hace un hueco entre la punta del dedo gordo y la cabeza de los metatarsianos. Ese hueco se crea gracias a la contracción de las estructuras de la planta del pie. 

Si sólo me pongo las chanclas un rato no pasa nada, pero si las levo todo el día durante todo el verano, esa contracción de la que hablamos es constante y no le damos tiempo a las estructuras de la planta del pie a que se descansen
y recuperen su longitud y flexibilidad y podemos acabar desarrollando una fascitis plantar.

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